Aquí tienes el video de la "performance" que sirvió como punto de partida para la realización de un trabajo de redacción.
Este es el texto que los alumnos de Primero de Secundaria tuvieron que continuar:
"Ardían los diez velones soltando gotazas de cera. Un murciélago, descolgándose de la bóveda, empezaba a describir torpes curvas en el aire. Una forma negruzca, breve, se deslizó al ras de las losas y trepó con sombría cautela por un pliegue del paño mortuorio. En el mismo instante, abrió los ojos Hernando de Guevara, yacente en el túmulo.
Bien sabía que no estaba muerto; pero un velo de plomo, un candado de bronce le impedían ver y hablar. Oía, eso sí, y percibía –como se percibe entre sueños- lo que con él hicieron al lavarlo y amortajarlo. Escuchó los gemidos de su esposa, y sintió lágrimas de sus hijos en sus mejillas blancas y yertas. Y ahora, en la soledad de la iglesia cerrada, recobraba el sentido, y le sobrecogía mayor espanto. No era pesadilla, sino realidad.
Allí el féretro, allí los cirios…, y él mismo envuelto en el negro sudario, al pecho el escapulario de la Merced.
Incorporado ya, la alegría de existir se sobrepuso a todo. Vivía ¡qué bueno es vivir y revivir, no caer en el pozo oscuro! En vez de ser bajado al amanecer, en hombros de criados a la cripta, volvería a su dulce hogar, y oiría el clamoreo regocijado de los que lo amaban y ahora lo lloraban sin consuelo.
La idea deliciosa de la dicha que iba a llevar a la casa hizo latir su corazón, todavía debilitado por el síncope. Sacaría las piernas del ataúd, brincaría al suelo y, con la rapidez suprema de los momentos críticos, ideó su plan. Llamar, pedir auxilio a tales horas sería inútil y no sería capaz de esperar el amanecer en la iglesia. En la penumbra de la nave creía que asomaban caras fisgonas de espectros y sonaban dolientes quejumbres de ánimas en pena…Tenía otro recurso: salir por la capilla del Cristo.
Era suya: pertenecía a su familia en patronato. Hernando alumbraba perpetuamente, con rica lámpara de plata a la santa imagen de Nuestro Señor de la Penitencia. Bajo la capilla se cobijaba la cripta, enterramiento de los Guevara. La alta reja se columbraba a la izquierda, afiligranada, tocada a trechos de oro rojizo, rancia.
Hernando elevó desde su alma una súplica fervorosa al Cristo. ¡Señor! Que encontrase puestas las llaves. Y las palpó: allí colgaban las tres, el manojo; la de la propia verja, la de la cripta, a la cual se descendía por un caracol dentro del muro y la tercera llave, que abría la portezuela oculta entre las tallas del retablo y daba a una estrecha calleja, donde erguía su fachada infanzona el caserón de Guevara, flanqueado de torreones; por la puerta secreta entraban los Guevara a oír misa en su capilla, sin cruzar la nave. Hernando abriría, empujaría… estaría fuera de la iglesia, estaría libre.
Diez pasos hasta su morada… El palacio se alzaba silencioso, grave como un enigma. Hernando cogería el aldabón, como si fuera un mendigo que pidiese hospitalidad en una hora de desamparo. Picaría tres veces, en la que había sido su casa. Luego se oiría dentro de la vivienda muda la voz del Pedralvar, el escudero, que refunfuñando gritaría:
- ¿Quién? ¿Quién llama a estas horas?".
Y aquí tienes dos ejemplos de la tarea que realizaron nuestros alumnos:
“Hernando abrió la puerta: detrás no había nadie, sólo un inmenso pasillo de color rojo con antorchas que, mientras avanzaba, se iban encendiendo. El pasillo se le hacía eterno: al final vislumbró unas escaleras de caracol, por las que empezó a subir.
Arriba vio tres puertas, cada una con una letra. La primera era la “P”, la segunda, la “M”, y la tercera, la “H”. Fue entrando en cada una. En la “P” había una cama bastante grande, un espejo, un libro y un armario de color negro. Lo abrió y aalí encontró un cuadro de una familia compuesta por un padre, una madre, un niño y un perro.
Salió de la habitación y se adentró en la de la letra “M”. Allí abrió un cajón en el que encontró ropa manchada de color rojo. Había también otra cama más pequeña y una lámpara llena de telas de araña.
Por último, se dirigió a la habitación con la letra “H”, que estaba pintada de azul: en ella encontró tres cabezas: la de la madre, la del hijo y la del perro.
Entonces comprendió: él había sido el asesino de su propia familia”.
Alfredo Ángeles Nantes, 1º C
— Esta casa es mía: ¡dejadme entrar! Mi alma ha resucitado. Todos me habéis traicionado y he vuelto para vengarme de vosotros. ¡No os merecéis la vida habiendo destrozado toda una familia! ¡Os vais a enterar de quién es Hernando! Ahora, me voy.
Al amanecer, Hernando levantó a todo el pueblo de sus camas. Ellos, al verle, no daban crédito a sus ojos. Él se subió a la roca más alta y exclamó:
—¡Sé que estáis asombrados, pero he vuelto para vengarme!
—¡Hernando, ten compasión de nosotros! Sentimos mucho lo que te hicimos,
pero teníamos una razón.
— Un “lo siento” no me sirve. ¡Os castigaré como lo hicisteis conmigo! Este pueblo quedará desierto, y vuestras almas irán al infierno.
En ese momento Hernando echó unos polvos mágicos a todos los asistentes: ellos durmieron para siempre. Hernando se vengó como había prometido, y el pueblo no volvió a ser jamás habitado.
Covadonga Montes Tuya, 1º C